martes, 28 de septiembre de 2010

Placer al cuadrado

Quienes escribimos sobre vinos y comidas tenemos grandes ventajas. Imaginate: solemos recibir convites para sentarnos a las más diversas mesas, nos invitan a catas, degustaciones, presentaciones, y hasta de tanto en tanto salen viajes para conocer destinos, bodegas y restaurantes. Todo a condición, claro, de que uno se entregue, luego del placer de los sentidos, al placer del intelecto. En pocas palabras, la condición es que escribamos sobre la experiencia, lo que no está mal si lo miramos desde el siguiente punto de vista: placer + placer = placer al cuadrado.El tema es que también este tipo de situaciones tiene sus contras. ¿Qué cosas? Bueno, a ver: cualquier reunión a la que asistas serás mirado de reojo todo el tiempo (para ver si te satisface lo que se ha servido en platos y copas); van a ametrallarte con preguntas que solo un enólogo, un sommelier o un agrónomo podrían despejar (“Alejandro, ¿en qué semana de febrero terminan de madurar las uvas Bonarda en Mendoza?”); invariablemente siempre, el dueño de casa va a tenerte miedo y va a preguntar si el vino que escogió está bien (a lo cual, como disco rayado, se responde que el vino que elige el anfitrión es el adecuado); incluso hasta serás visto como un snob decadente que, como no tiene nada mejor que hacer con su vida, se mete a escribir sobre el tema solo para joderle la vida a los demás.
Tampoco nos va mucho mejor cuando entramos a hilar fino entre los colegas. Los comunicadores “serios” (que cubren grandes notas para las secciones Política y/o Economía de los diarios), nos ven como avivados que tomamos el camino corto en la senda profesional. Los que están aburguesados (y no “hamburguesados”, como dijo el ilustre senador liberal Luis Wagner), nos miran con envidia, ya que ellos también quisieran estar en nuestros zapatos, pues suponen que comemos y tomamos mucho, pero trabajamos poco. Finalmente, están los jefes, quienes piensan y hasta dicen abiertamente: “jajaja, ¿cómo es posible que un vino pueda tener aromas florales?”.
En realidad, como se ve, hay todo tipo de reacciones y posiciones tomadas respecto de los periodistas gastronómicos. Venimos a ser algo así como los incomprendidos del periodismo y sufrimos casi los mismos prejuicios con los que atormentan a los críticos de cine. Imaginate: van a cine gratis, se ven todos los estrenos, les regalan merchandising de las películas, tienen la posibilidad de entrevistar a grandes estrellas, de tanto en tanto les sale la posibilidad de viajar a grandes festivales, y cuentan con el poder de restar público a un filme si una película les parece mala.
Ahora bien, volviendo al tema que es motivo del presente delirio, debo decir que nosotros, al igual que ocurre con el resto de los mortales, muchas veces no tenemos ganas de salir una noche, pero igual tenemos que estar en esa cata importante, organizada por un anunciante del medio en el cual trabajamos. A veces nos encontramos con que no tenemos ganas de comer, pero igual debemos deglutir esa ensalada que tenemos adelante porque a tu editor se le ocurrió que hagas un informe especial sobre la ruta de la Ensalada Waldorf en Asunción. Y, muy comúnmente en mi caso, no quiero desgrabar las entrevistas realizadas y doy vueltas y vueltas tratando de postergar el dramático instante de prender el grabador y transformar en palabras las citas textuales de los entrevistados. Y lo que es peor, hasta llega el momento en que temés ser visto entrando en una casa de comida rápida (por motivos más que obvios).
Otro tema que nos suma tensión es que el imaginario colectivo nos coloca en la categoría de súper cool. Algo que, como te imaginarás, está muy alejado de la realidad.
Pero, bueno, a fin de cuentas, la verdad es que la parte más linda de todo esto de sentarse a escribir luego de pegarnos un atracón de padre y señor nuestro y de quedar al borde del coma alcohólico tras catar 20 etiquetas en una noche, viene cuando hay que contar de qué se trata la historia que vivimos, qué sentimos, que olfateamos, qué gustos sentimos... Repito, entonces, el concepto inicial de placer al cuadrado. Al final, somos comunicadores, como cualquier otro, iguales a quienes se esmeran en relatar lindas crónicas sociales, tratan de analizar las tácticas del mejor partido del domingo o denuncian el último escándalo de corrupción.

1 comentario:

  1. jajaja, Admirable situación mostro!! Cómo ya te dije, me parece muy digno el rubro gourmet, muy encima del deportivo, especialmente el futbolero, por aquello de la enajenación... algo así como lo tan romano de "al pueblo pan y circo"... ojo, que lo de pan es nutritivo!!!

    Realmente,creo que expresas perfectamente lo que se vive en ese mundo, claro, tu mundo! exitos con el blog!!!

    ResponderEliminar