“Señor, ¿por qué mira tanto esa botella?”. La pregunta, insólita, inesperada, fuera de lugar, rompió mi ensimismamiento y me trajo a la realidad. Dejé de mirar la etiqueta objeto de mi atención y se desvaneció de mi mente la imagen de unos viñedos al pie de la Cordillera de los Andes para que retornen las deprimentes escenas de un supermercado atestado en vísperas del almuerzo por el Día de la Madre.
Levanté la mirada y me encontré con unos bellos ojos grises tipo nubarrón de verano y una mirada interrogadora. Antes de responder miré más atentamente a la dama curiosa: unos dignísimos 70 años, cabellos canosos y cortos, destellos de lo que evidentemente fue una fulgurante belleza, ropa fina y elegante… En suma, una lady.
Antes de que pudiera balbucear una respuesta de compromiso, la mujer volvió a la carga y me explicó que debía comprar un par de vinos, pero no tenía ni idea qué elegir.
Entonces me sinceré: me llamó la atención encontrar en el súper un vino del varietal Tannat, y más todavía que el vino en cuestión sea argentino y no uruguayo. “¿Por qué?”, insistió la señora, quien a esta altura de la charla ya daba la impresión de estar interrogándome.
Aclaré mi garganta y recité casi de memoria un texto que por suerte estuve leyendo apenas un par de días antes: “Tannat es una variedad de uva originaria del suroeste de Francia, de la cual se obtiene un tinto muy intenso, de taninos más destacados que, por ejemplo, los del Malbec”.
Con mis ojos verdes tipo yuyos de la plaza espié la reacción de la mujer, que lejos de sorprenderse me invitó a que continúe. “El Tannat es para Uruguay su uva insignia, así como el Malbec lo es para Argentina”, proseguí, para aclarar la intriga geográfica.
“Y dígame, ya que es un tinto fuerte, ¿usted cree que este vino podría combinar bien con carnes asadas?”, atacó.
“Por supuesto, las carnes vacunas van bien, pero mejor si son de caza”. Creí que con esa frase iba a matarla a la vieja, pero la buena señora empezó a deducir que tampoco sería una mala combinación emparejar ese vino con pastas acompañadas de salsas rojas bien especiadas o alguna en base a cremas de quesos potentes.
Allí el sorprendido reconozco que fui yo. A esa altura me pareció que iba a terminar dándome lecciones de maridajes.
La cuestión es que la señora, complacida, me miró con sus nubarrones, ya despejados, me dio las gracias y se fue a la caja con dos botellas del Michel Torino Tannat (G. 18.000), la etiqueta que había provocado nuestra mini tertulia.
Yo, por mi parte, agarré la última botella de la góndola pensando que sería bárbaro encontrar también vinos uruguayos y me apresté a ir a la casa de mi mami a celebrar su día, con asadacho y tinto.
Levanté la mirada y me encontré con unos bellos ojos grises tipo nubarrón de verano y una mirada interrogadora. Antes de responder miré más atentamente a la dama curiosa: unos dignísimos 70 años, cabellos canosos y cortos, destellos de lo que evidentemente fue una fulgurante belleza, ropa fina y elegante… En suma, una lady.
Antes de que pudiera balbucear una respuesta de compromiso, la mujer volvió a la carga y me explicó que debía comprar un par de vinos, pero no tenía ni idea qué elegir.
Entonces me sinceré: me llamó la atención encontrar en el súper un vino del varietal Tannat, y más todavía que el vino en cuestión sea argentino y no uruguayo. “¿Por qué?”, insistió la señora, quien a esta altura de la charla ya daba la impresión de estar interrogándome.
Aclaré mi garganta y recité casi de memoria un texto que por suerte estuve leyendo apenas un par de días antes: “Tannat es una variedad de uva originaria del suroeste de Francia, de la cual se obtiene un tinto muy intenso, de taninos más destacados que, por ejemplo, los del Malbec”.
Con mis ojos verdes tipo yuyos de la plaza espié la reacción de la mujer, que lejos de sorprenderse me invitó a que continúe. “El Tannat es para Uruguay su uva insignia, así como el Malbec lo es para Argentina”, proseguí, para aclarar la intriga geográfica.
“Y dígame, ya que es un tinto fuerte, ¿usted cree que este vino podría combinar bien con carnes asadas?”, atacó.
“Por supuesto, las carnes vacunas van bien, pero mejor si son de caza”. Creí que con esa frase iba a matarla a la vieja, pero la buena señora empezó a deducir que tampoco sería una mala combinación emparejar ese vino con pastas acompañadas de salsas rojas bien especiadas o alguna en base a cremas de quesos potentes.
Allí el sorprendido reconozco que fui yo. A esa altura me pareció que iba a terminar dándome lecciones de maridajes.
La cuestión es que la señora, complacida, me miró con sus nubarrones, ya despejados, me dio las gracias y se fue a la caja con dos botellas del Michel Torino Tannat (G. 18.000), la etiqueta que había provocado nuestra mini tertulia.
Yo, por mi parte, agarré la última botella de la góndola pensando que sería bárbaro encontrar también vinos uruguayos y me apresté a ir a la casa de mi mami a celebrar su día, con asadacho y tinto.
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(Este artículo, de mi humilde autoría, salió publicado en la revista TVO hace ya dos años. Y me gustaría compartirlo con todos vosotros).
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