Gala Eluard Dalí fue la gran musa inspiradora de muchos artistas durante los años locos den los que el surrealismo era considerado como “la” vanguardia. Entre los creadores que cayeron rendidos a sus pies se puede contar a Paul Eluard (su primer marido), Louis Aragon, Max Ernst y André Breton. Aunque sin dudas, la dama, conocida simplemente como Gala, fue el gran amor y la musa que subyugó al gran genio español Salvador Dalí.
Gala era una mujer intensa y voluptuosa, y de hecho mantuvo numerosas relaciones extramatrimoniales a las que Dalí, enterado, no se opuso y hasta se cree que alentó.
Voluptuoso, complejo, con carácter es el vino Gala 1, un muy buen producto elaborado por la Bodega Luigi Bosca – Familia Arizu que tuve la suerte de conocer no hace mucho durante una cata especial convocada por el importador en el país y con el cual pude reincidir recientemente.
El primer encuentro fue un tanto complicado, ya que Gala tuvo que competir en mi paladar con otros cuatro vinos, todos de muy buenos a excelentes. Sin embargo, dejó una muy buen impresión en mí, tanta que no dudé en comprar una botella de la cosecha 2008 cuando me topé con ella en la góndola de los vinos, durante la religiosa compra semanal en el supermercado.
CUIDADOS ESPECIALES. Dalí, es sabido, siempre tuvo consideraciones especiales para con su Gala, a pesar de la extraña parafilia que lo aquejaba. Yo, con la mía, sí fui un verdadero caballero y, al mismo tiempo, un total tacaño: decidí que yo solo degustaría ese vino y, por ello, ya en casa, decanté y enfrié el vino por media hora hasta llegar a la óptima temperatura de 16 grados, constatados con termómetro.
Me encontré con vino familiar. Un sofisticado blend que lleva Malbec, Petit Verdot y Tannat. No dice en la botella los porcentajes de mezcla, pero está clarísimo que el vino insignia argentino es el que lleva la batuta en esa afinada orquesta.
Su color es de un rojo profundo y brillante. En nariz se sienten muy presentes los frutos rojos, además de agradables notas a vainilla, mientras que en la boca se presenta maravillosamente ambiguo: potente pero elegante, de gran cuerpo pero armónico. Es además sedoso, pasa muy bien por la garganta y deja un largo y persistente final. Tales características se explican debido a que este vino es añejado durante 14 meses en barricas nuevas de roble francés.
Por un instante me puse a pensar qué clase de comidas irían bien para acompañar este vino, y pensé en piezas de caza mayor, cordero y platos muy especiados.
INSPIRACIÓN. Degustar nuevamente este vino resultó un placer. De hecho, estuve muy tentado de contar a través de mi cuenta de Twitter sobre las virtudes del Gala 1 que estaba disfrutando. Pero no, me contuve, no compartiría mi secreto con nadie. Decidí que, al menos ese día, Gala sería solamente mía y, al menos por ese instante, representaría lo mismo que la musa lo fue para Dalí.
Artículo publicado en la página 37 del diario Última Hora del 16/07/2011
martes, 19 de julio de 2011
domingo, 17 de julio de 2011
Las copas de la paz
“Si tengo 60 mil guaraníes, me compro un Antiguas Reservas; y si tengo 40 mil, entonces paso a un Don Luis”. Esta frase, que pareciera salida de un spot publicitario radial de dudoso gusto, pertenece a un amigo muy querido, chileno él, con el que estábamos debatiendo acerca de la relación entre determinadas marcas de vinos, sus procedencias y sus precios.
En un momento, la charla se transformó en polémica, ya que este avezado consumidor de vino trasandino solamente incluía en la lista productos chilenos. Por mi lado, trataba de ser ecuánime y respetar mi gusto, evitando que los colores de una bandera me tapen el olfato y el paladar.
Empezamos al revés, desde íconos hacia los rangos más económicos. Observé que no había ninguna coincidencia, hasta que se produjo la frase que dio inicio al relato de hoy, porque si bien en el rango de los G. 60 mil hay muchas y muy buenas etiquetas disponibles, al bajar G. 20 mil más me di cuenta de que el primer vino que me llega a la mente es el Cousiño Macul Don Luis Cabernet Sauvignon, uno de esos vinos que, cuando se prueban, es difícil de dejar. Y así logramos la primera y única coincidencia.
Continuamos debatiendo y enfrentando opciones por un buen rato, completando la lista hasta el final. Una vez concluido el debate reparamos que aun no habíamos abierto ninguna botella, lo que dio pie a otra pulseada: ¿qué tomar? El entredicho duró poco y fue zanjado con sabiduría: comprar y descorchar el único vino mencionado por ambos.
CARACTERÍSTICAS MUY ESPECIALES. Fuimos al súper rápidamente (estábamos cerca del horario de cierre) y buscamos directamente al Cousiño Macul Don Luis Cabernet Sauvigon de la paz. Agarramos uno cosecha 2009, compramos algunos embutidos para picotear y nos dirigimos y a mi casa, para continuar charlando de nuestro tema favorito, esta vez con una copa de por medio, comiendo cosas ricas.
Antes del descorche ya sabíamos que se trata de un vino varietal, es decir, sin paso alguno por madera, un detalle que vale tener en cuenta sobre todo porque a pesar de no tener crianza posee características muy especiales.
Al abrirlo, coincidimos en que su color es rojo rubí intenso y brillante. En nariz posee notas frutales muy destacadas, especialmente ciruelas, con suaves toques herbáceos y mentolados. En boca, literalmente, explota: se confirma toda la fruta y tiene presentes los taninos propios del Cabernet Sauvignon, aunque suavizados y algo dulces ya, dejando un gusto muy, pero muy agradable. Queda en evidencia el excelente trabajo que los técnicos de la viña realizaron tanto en el campo como en bodega.
Con mi amigo Mauricio (nombre más que apropiado para un chileno de ley) fuimos vaciando la botella al compás de la charla, que iba animándose minuto a minuto.
COMBINACIONES. Entre copa y copa coincidimos que, por sus características, este vino iba muy bien con los salamines que habíamos comprado, pero que igualmente podía acompañar perfectamente carnes rojas grilladas e, incluso, pastas secas acompañadas de salsas rojas suaves. Ideal para tomar con amigos en medio de una charla animada.
Y así concluimos esa noche, brindando por nuestra amistad, haciendo chocar las copas de la paz.
Artículo publicado en la página 40 del diario Última Hora del 10/07/2011
En un momento, la charla se transformó en polémica, ya que este avezado consumidor de vino trasandino solamente incluía en la lista productos chilenos. Por mi lado, trataba de ser ecuánime y respetar mi gusto, evitando que los colores de una bandera me tapen el olfato y el paladar.
Empezamos al revés, desde íconos hacia los rangos más económicos. Observé que no había ninguna coincidencia, hasta que se produjo la frase que dio inicio al relato de hoy, porque si bien en el rango de los G. 60 mil hay muchas y muy buenas etiquetas disponibles, al bajar G. 20 mil más me di cuenta de que el primer vino que me llega a la mente es el Cousiño Macul Don Luis Cabernet Sauvignon, uno de esos vinos que, cuando se prueban, es difícil de dejar. Y así logramos la primera y única coincidencia.
Continuamos debatiendo y enfrentando opciones por un buen rato, completando la lista hasta el final. Una vez concluido el debate reparamos que aun no habíamos abierto ninguna botella, lo que dio pie a otra pulseada: ¿qué tomar? El entredicho duró poco y fue zanjado con sabiduría: comprar y descorchar el único vino mencionado por ambos.
CARACTERÍSTICAS MUY ESPECIALES. Fuimos al súper rápidamente (estábamos cerca del horario de cierre) y buscamos directamente al Cousiño Macul Don Luis Cabernet Sauvigon de la paz. Agarramos uno cosecha 2009, compramos algunos embutidos para picotear y nos dirigimos y a mi casa, para continuar charlando de nuestro tema favorito, esta vez con una copa de por medio, comiendo cosas ricas.
Antes del descorche ya sabíamos que se trata de un vino varietal, es decir, sin paso alguno por madera, un detalle que vale tener en cuenta sobre todo porque a pesar de no tener crianza posee características muy especiales.
Al abrirlo, coincidimos en que su color es rojo rubí intenso y brillante. En nariz posee notas frutales muy destacadas, especialmente ciruelas, con suaves toques herbáceos y mentolados. En boca, literalmente, explota: se confirma toda la fruta y tiene presentes los taninos propios del Cabernet Sauvignon, aunque suavizados y algo dulces ya, dejando un gusto muy, pero muy agradable. Queda en evidencia el excelente trabajo que los técnicos de la viña realizaron tanto en el campo como en bodega.
Con mi amigo Mauricio (nombre más que apropiado para un chileno de ley) fuimos vaciando la botella al compás de la charla, que iba animándose minuto a minuto.
COMBINACIONES. Entre copa y copa coincidimos que, por sus características, este vino iba muy bien con los salamines que habíamos comprado, pero que igualmente podía acompañar perfectamente carnes rojas grilladas e, incluso, pastas secas acompañadas de salsas rojas suaves. Ideal para tomar con amigos en medio de una charla animada.
Y así concluimos esa noche, brindando por nuestra amistad, haciendo chocar las copas de la paz.
Artículo publicado en la página 40 del diario Última Hora del 10/07/2011
sábado, 25 de junio de 2011
Con sabor y olor a Chile
Como es sabido, Chile es un país del “Nuevo Mundo” vitivinícola que elabora muy buenos productos. Y, en algunos casos, vinos de una muy buena relación entre precio y calidad. Un caso a destacar, por ejemplo, es el de Santa Helena Selección del Directorio Cabernet Sauvignon, un vino que ya había tenido oportunidad de probar, pero que caté en detenimiento el pasado mayo durante una visita realizada a la bodega.
Había tenido la suerte de participar de una excursión organizada para un grupo de Paraguay, y este escriba con mucho gusto participó de la experiencia. La degustación tuvo lugar en el señorial salón de reuniones de la nave principal de la viña, un recinto en el cual ardían leños en una hoguera, mientras desde un amplio ventanal podíamos divisar hectáreas y hectáreas de viñedos.
La ronda de cata fue bastante amplia en cantidad de etiquetas, como siempre suele suceder. Y en esa fría y nublada mañana, varios vinos llamaron mi atención, entre ellos el Selección del Directorio. ¿Por qué? Por varios motivos que iré explicando a continuación.
PERCEPCIONES. En innumerables ocasiones he comprobado que el entorno tiene mucho que ver con las percepciones de lo que consumimos. ¿Un ejemplo? Te apuesto que si tomás el mismo vino en situaciones opuestas vas tener experiencias sensoriales totalmente diferentes. No es lo mismo romper con tu chica que estar en plena fase de seducción o en los primeros momentos de un romance.
Bueno, esa mañana todo se prestaba para una buena cata: la gente, el clima y el entorno hacían presuponer un buen momento, que fue coronado tras las degustaciones.
Por tratarse de un vino de rango medio, el Selección del Directorio Cabernet Sauvignon llegó a las copas en mitad de la degustación. Y ahí fue que redescubrí a este vino que me había gustado tras haberlo probado anteriormente en muchas ocasiones, pero que luego, en Chile, encontrándome en plena bodega, acompañado del entorno propicio, me encantó.
A la vista resulta de un color rojo rubí profundo y brillante. En nariz es evidente la presencia de aromas de frutos rojos con notas de especias, ciruelas secas y toques de vainilla. En boca se sienten buen cuerpo y estructura, notas acarameladas, más un final medio a largo. Un perfil muy bueno si tenemos en cuenta que estamos ante un vino que pasa entre 8 y 10 meses en barricas de segundo y tercer uso y que en góndola cuesta unos G. 44.000.
CON EMPANADAS DE PINO. Si tuviera que combinar a este vino, diría al instante que va bien carnes rojas grilladas o comidas grasas serían excelentes opciones.
Sin embargo, creo que una mejor experiencia podría lograrse acompañando este muy buen hijo de Chile con las famosas empanadas de pino (nada más y nada menos que las típicas empanadas chilenas al horno). Imaginate: un vinito con cuerpo, Cabernet Saubvignon con aroma y sabor a Chile, yendo de la mano de un plato tan típico de ese país… Mejor, imposible.
No estoy descubriendo la pólvora si digo que el vino se siente bien o excelente dependiendo del entorno. Es solo que, tras la experiencia chilena, el Selección del Directorio Cabernet Sauvignon ha ingresado entre mis favoritos en el rango de los vinos con muy buena relación entre precio y calidad.
Artículo publicado en la página 37 del diario Última Hora del 25/06/2011
Había tenido la suerte de participar de una excursión organizada para un grupo de Paraguay, y este escriba con mucho gusto participó de la experiencia. La degustación tuvo lugar en el señorial salón de reuniones de la nave principal de la viña, un recinto en el cual ardían leños en una hoguera, mientras desde un amplio ventanal podíamos divisar hectáreas y hectáreas de viñedos.
La ronda de cata fue bastante amplia en cantidad de etiquetas, como siempre suele suceder. Y en esa fría y nublada mañana, varios vinos llamaron mi atención, entre ellos el Selección del Directorio. ¿Por qué? Por varios motivos que iré explicando a continuación.
PERCEPCIONES. En innumerables ocasiones he comprobado que el entorno tiene mucho que ver con las percepciones de lo que consumimos. ¿Un ejemplo? Te apuesto que si tomás el mismo vino en situaciones opuestas vas tener experiencias sensoriales totalmente diferentes. No es lo mismo romper con tu chica que estar en plena fase de seducción o en los primeros momentos de un romance.
Bueno, esa mañana todo se prestaba para una buena cata: la gente, el clima y el entorno hacían presuponer un buen momento, que fue coronado tras las degustaciones.
Por tratarse de un vino de rango medio, el Selección del Directorio Cabernet Sauvignon llegó a las copas en mitad de la degustación. Y ahí fue que redescubrí a este vino que me había gustado tras haberlo probado anteriormente en muchas ocasiones, pero que luego, en Chile, encontrándome en plena bodega, acompañado del entorno propicio, me encantó.
A la vista resulta de un color rojo rubí profundo y brillante. En nariz es evidente la presencia de aromas de frutos rojos con notas de especias, ciruelas secas y toques de vainilla. En boca se sienten buen cuerpo y estructura, notas acarameladas, más un final medio a largo. Un perfil muy bueno si tenemos en cuenta que estamos ante un vino que pasa entre 8 y 10 meses en barricas de segundo y tercer uso y que en góndola cuesta unos G. 44.000.
CON EMPANADAS DE PINO. Si tuviera que combinar a este vino, diría al instante que va bien carnes rojas grilladas o comidas grasas serían excelentes opciones.
Sin embargo, creo que una mejor experiencia podría lograrse acompañando este muy buen hijo de Chile con las famosas empanadas de pino (nada más y nada menos que las típicas empanadas chilenas al horno). Imaginate: un vinito con cuerpo, Cabernet Saubvignon con aroma y sabor a Chile, yendo de la mano de un plato tan típico de ese país… Mejor, imposible.
No estoy descubriendo la pólvora si digo que el vino se siente bien o excelente dependiendo del entorno. Es solo que, tras la experiencia chilena, el Selección del Directorio Cabernet Sauvignon ha ingresado entre mis favoritos en el rango de los vinos con muy buena relación entre precio y calidad.
Artículo publicado en la página 37 del diario Última Hora del 25/06/2011
Para servir en el asado del Día del Padre
El martes y el miércoles de la semana que está culminando, tuve el privilegio de participar del Asunción Wine Experience, la feria de vinos que está haciendo historia en el país. Dando vueltas, vueltas y más vueltas, copas van, copas vienen, logré degustar lo mejor que cada casa importadora está trayendo al país. Algo que, en realidad, no es poco.
Y si bien el evento vale varias columnas, una pregunta que me hicieron en medio de la locura de gente me dio pie para la columna de esta semana. “¿Qué descorcharías este domingo en el almuerzo del Día del Padre?”, me preguntó muy suelta de lengua una de las tantas promotoras que pululaban por aquí y por allá.
La pregunta no podía ser más complicada: era, al mismo tiempo, muy fácil y muy difícil de responder. ¿Por qué? Porque si bien hay una gran serie de cepas que podrían adecuarse perfectamente bien al asado, el más típico de los menús para celebrar tan importante fecha, encontrar la etiqueta correcta era un interesante desafío. Sobre todo teniendo en cuenta la enorme oferta circundante.
Por suerte, al alzar la vista encontré la respuesta. No fue necesario un sesudo análisis, mucho menos realizar una larga ronda de degustaciones. La contestación a la pregunta de la joven y blonda señorita fue: “Finca La Linda Malbec”.
AMABILIDAD Y JUVENTUD. Sucede que este vino, elaborado por la prestigiosa Bodega Luigi Bosca / Familia Arizu, tiene muchos ingredientes que lo hacen una muy buena opción. Para empezar está la clásica “buena onda” que hay entre el Malbec y las carnes rojas asadas. Otro aspecto a tener en cuenta es que se trata de un vino que, por sus características, sabe encantar a consumidores de todas las edades.
También cuenta el precio, G. 35.000, una cifra más que interesante si tenemos en cuenta que se trata de un producto añejado entre tres y cuatro meses en barricas de roble, elaborado a partir de uvas provenientes de viñedos cuidadosamente preparados para rendir entre 8 y 10 mil kilos por hectárea. En pocas palabras, se puede afirmar lo agrónomos y los enólogos de la bodega toman los recaudos para lograr una buena relación entre el precio y la calidad de su “hijo” enológico.
Entonces, luego de conversar con la promotora, seguí para adelante, ingresé al stand de Finca La Linda y pedí degustar lo que estaban proponiendo al público. A mi copa llegó un cosecha 2009, que a la vista resultó de un rojo intenso, con matices violáceos (características típicas de un Malbec joven). En nariz aparecieron notas a frutas rojas y algunas especias, mientras que en boca es deliciosamente equilibrado, con buena estructura.
UN DESEO. Conociendo entonces las características de este vino, no pude evitar imaginar la celebración que mi hija mañana presidirá en mi honor. Me consta que habrá carne, algunos embutidos especiales para la parrilla y otras delicias. Incluso un postre a base de chocolate (otro producto que combina bien con el Malbec). Solamente espero que el vino elegido sea de esa emblemática cepa que tan bien se da en Argentina. ¿La etiqueta? La Linda, por supuesto.
Artículo publicado en la página 42 del diario Última Hora del 18/06/2011
Y si bien el evento vale varias columnas, una pregunta que me hicieron en medio de la locura de gente me dio pie para la columna de esta semana. “¿Qué descorcharías este domingo en el almuerzo del Día del Padre?”, me preguntó muy suelta de lengua una de las tantas promotoras que pululaban por aquí y por allá.
La pregunta no podía ser más complicada: era, al mismo tiempo, muy fácil y muy difícil de responder. ¿Por qué? Porque si bien hay una gran serie de cepas que podrían adecuarse perfectamente bien al asado, el más típico de los menús para celebrar tan importante fecha, encontrar la etiqueta correcta era un interesante desafío. Sobre todo teniendo en cuenta la enorme oferta circundante.
Por suerte, al alzar la vista encontré la respuesta. No fue necesario un sesudo análisis, mucho menos realizar una larga ronda de degustaciones. La contestación a la pregunta de la joven y blonda señorita fue: “Finca La Linda Malbec”.
AMABILIDAD Y JUVENTUD. Sucede que este vino, elaborado por la prestigiosa Bodega Luigi Bosca / Familia Arizu, tiene muchos ingredientes que lo hacen una muy buena opción. Para empezar está la clásica “buena onda” que hay entre el Malbec y las carnes rojas asadas. Otro aspecto a tener en cuenta es que se trata de un vino que, por sus características, sabe encantar a consumidores de todas las edades.
También cuenta el precio, G. 35.000, una cifra más que interesante si tenemos en cuenta que se trata de un producto añejado entre tres y cuatro meses en barricas de roble, elaborado a partir de uvas provenientes de viñedos cuidadosamente preparados para rendir entre 8 y 10 mil kilos por hectárea. En pocas palabras, se puede afirmar lo agrónomos y los enólogos de la bodega toman los recaudos para lograr una buena relación entre el precio y la calidad de su “hijo” enológico.
Entonces, luego de conversar con la promotora, seguí para adelante, ingresé al stand de Finca La Linda y pedí degustar lo que estaban proponiendo al público. A mi copa llegó un cosecha 2009, que a la vista resultó de un rojo intenso, con matices violáceos (características típicas de un Malbec joven). En nariz aparecieron notas a frutas rojas y algunas especias, mientras que en boca es deliciosamente equilibrado, con buena estructura.
UN DESEO. Conociendo entonces las características de este vino, no pude evitar imaginar la celebración que mi hija mañana presidirá en mi honor. Me consta que habrá carne, algunos embutidos especiales para la parrilla y otras delicias. Incluso un postre a base de chocolate (otro producto que combina bien con el Malbec). Solamente espero que el vino elegido sea de esa emblemática cepa que tan bien se da en Argentina. ¿La etiqueta? La Linda, por supuesto.
Artículo publicado en la página 42 del diario Última Hora del 18/06/2011
sábado, 11 de junio de 2011
A prueba de errores
“Hay vinos con los cuales es imposible equivocarse”. Palabras más, palabras menos, esa fue la línea de razonamiento que seguí mientras pensaba qué vino llevar a una cena a la que me habían invitado la semana pasada.
Si bien no tenía idea cuál era el menú propuesto por los anfitriones, al menos contaba con el dato que la carne roja brillaría por su ausencia esa noche. Fue así que, luego de unos momentos de meditación, decidí que la marca elegida sería Luigi Bosca, que viene a ser una especie de “todo terreno” del vino, ya que sin importar si estamos hablando de blancos, tintos o espumantes, decir que el viejo y querido amigo Luigi estará presente en la mesa significa que se servirá un producto de gran calidad.
Es cierto, hay cosechas mejores que otras, pero eso es algo que abarca a todos los productores de determinadas regiones, un aspecto macro que involucra fundamentalmente al clima y del cual nadie puede escapar. Sin embargo, al hablar puntualmente de esta marca, sabemos que al elegirla estamos yendo a lo seguro: nos encontraremos con un vino conocido por propios y extraños, al menos de nombre, un producto que casi siempre sale bien y, claro, gusta a todos.
Entonces, sabiendo qué no habría en los platos, decidí lo que sí o sí iba a estar en las copas: Luigi Bosca Pinot Noir.
¡QUÉ RICO! Antes de llegar a la casa de mis amigos pasamos por el supermercado para comprar dos botellas. Fue muy fácil encontrarlo, con esa siempre reconocible etiqueta blanca y marrón. Y fue muy grato saber que su precio sigue manteniéndose inalterable en G. 70.000.
La bienvenida recibida en destino fue muy calurosa. Tanto que aún creo que la misma se debió al ver que llegaba acompañado de Luigi.
Antes de la cena ya abrimos la primera. Es que, como todo Pinot Noir, el Luigi Bosca puede servir como buen acompañante del aperitivo y como testigo de las animadas charlas entre amigos.
¿Qué me pareció? Un Pinot Noir hecho y derecho. Su color es de un rojo rubí suave y brilloso. En nariz es bien expresivo y frutado (con notas muy claras a frutillas), algo floral y con aromas a chocolate. En la boca resulta elegante y sedoso, con un cuerpo interesante. En suma, un vino de esos que, al probarlo, la primera reacción es un sonoro “¡qué rico!”.
COPAS Y PLATOS. Por suerte, los dueños de casa mantuvieron en pie el menú. No hubo carne vacuna, pero sí carne blanca, además de una entrada de quesos suaves. Por ello, la combinación entre vino y comida fue óptima. Incluso, este vino podría ir muy bien emparejado con algunos pescados, como atún fresco o salmón.
La cena transcurrió alegremente y las dos botellas, finalmente, casi quedaron cortas. Me alegró mucho saber que la elección fue la correcta, que el vino hizo buena pareja con la comida y que los comensales, todos, fuimos subyugados por una etiqueta que, a pesar de ser una vieja conocida nuestra, nos sedujo como la primera vez que llegó a nuestras copas.
Es que Luigi Bosca suele ser así, un clásico que se ganó la alta estima de todos, a fuerza de calidad. Una etiqueta a prueba de errores.
Artículo publicado en la página 38 del diario Última Hora del 11/06/2011
Si bien no tenía idea cuál era el menú propuesto por los anfitriones, al menos contaba con el dato que la carne roja brillaría por su ausencia esa noche. Fue así que, luego de unos momentos de meditación, decidí que la marca elegida sería Luigi Bosca, que viene a ser una especie de “todo terreno” del vino, ya que sin importar si estamos hablando de blancos, tintos o espumantes, decir que el viejo y querido amigo Luigi estará presente en la mesa significa que se servirá un producto de gran calidad.
Es cierto, hay cosechas mejores que otras, pero eso es algo que abarca a todos los productores de determinadas regiones, un aspecto macro que involucra fundamentalmente al clima y del cual nadie puede escapar. Sin embargo, al hablar puntualmente de esta marca, sabemos que al elegirla estamos yendo a lo seguro: nos encontraremos con un vino conocido por propios y extraños, al menos de nombre, un producto que casi siempre sale bien y, claro, gusta a todos.
Entonces, sabiendo qué no habría en los platos, decidí lo que sí o sí iba a estar en las copas: Luigi Bosca Pinot Noir.
¡QUÉ RICO! Antes de llegar a la casa de mis amigos pasamos por el supermercado para comprar dos botellas. Fue muy fácil encontrarlo, con esa siempre reconocible etiqueta blanca y marrón. Y fue muy grato saber que su precio sigue manteniéndose inalterable en G. 70.000.
La bienvenida recibida en destino fue muy calurosa. Tanto que aún creo que la misma se debió al ver que llegaba acompañado de Luigi.
Antes de la cena ya abrimos la primera. Es que, como todo Pinot Noir, el Luigi Bosca puede servir como buen acompañante del aperitivo y como testigo de las animadas charlas entre amigos.
¿Qué me pareció? Un Pinot Noir hecho y derecho. Su color es de un rojo rubí suave y brilloso. En nariz es bien expresivo y frutado (con notas muy claras a frutillas), algo floral y con aromas a chocolate. En la boca resulta elegante y sedoso, con un cuerpo interesante. En suma, un vino de esos que, al probarlo, la primera reacción es un sonoro “¡qué rico!”.
COPAS Y PLATOS. Por suerte, los dueños de casa mantuvieron en pie el menú. No hubo carne vacuna, pero sí carne blanca, además de una entrada de quesos suaves. Por ello, la combinación entre vino y comida fue óptima. Incluso, este vino podría ir muy bien emparejado con algunos pescados, como atún fresco o salmón.
La cena transcurrió alegremente y las dos botellas, finalmente, casi quedaron cortas. Me alegró mucho saber que la elección fue la correcta, que el vino hizo buena pareja con la comida y que los comensales, todos, fuimos subyugados por una etiqueta que, a pesar de ser una vieja conocida nuestra, nos sedujo como la primera vez que llegó a nuestras copas.
Es que Luigi Bosca suele ser así, un clásico que se ganó la alta estima de todos, a fuerza de calidad. Una etiqueta a prueba de errores.
Artículo publicado en la página 38 del diario Última Hora del 11/06/2011
lunes, 6 de junio de 2011
Un nuevo amigo
“Dime el nombre de un vino, y te contaré una historia”. La frase no pertenece a ningún filósofo, tampoco a ningún hedonista, mucho menos a un enólogo o sommelier. Esas palabras, en realidad, surgieron cuando estaba pensando la manera de iniciar la columna de esta semana. Es que cada vez que quiero escribir sobre un vino, invariablemente hay una anécdota asociada a la etiqueta, y este caso no es la excepción.
Sentado frente al teclado de la computadora, y con la fría hoja en blanco delante de mis ojos, pensé varias maneras de describir al Castillo de Molina Carmenere 2008 que había degustado la noche anterior.
¿Cómo y por qué me encontré con él? Por esas cosas de la vida. Recientemente tuve la suerte de viajar a Chile y conocer tres bodegas (o viñas, como gustan decir al otro lado de la cordillera), y uno de los sitios visitados fue la Viña San Pedro, una de las empresas vitivinícolas más grandes, antiguas y respetadas de su país.
El tema es que, catas van, degustaciones vienen, tuve oportunidad de probar varios Castillo de Molina, hermanos de etiqueta del Carmenere en cuestión, pero no al susodicho. Fue entonces que, finalizando la compra semanal en mi supermercado de cabecera (siempre termino la recorrida por la góndola de los vinos), me encontré frente a frente con él de un modo ciertamente inusual: tropecé con carrito y casi se estrella mi humanidad completa contra un aparador. Tras recuperar la compostura, hice memoria y recordé no haberlo probado, por lo que decidí comprar, degustar y, luego, comentar.
DE ENTRECASA. Esta vez no había amigos con quienes compartir el vino, tampoco una cena especial. Estaba acompañado solamente por mi esposa, y con ella procedimos al ritual del descorche y la degustación, mientras preparábamos la cena.
A la vista se nota que es rojo rubí bien oscuro, con algunos reflejos violetas. En nariz resulta muy expresivo y frutado (no se sienten frutos rojos, sino negros, como moras), con notas de vainilla, tabaco y especias. En boca es amistoso, de taninos suaves y dulzones, con buena entrada y un final agradable medio a largo. Un vino ideal para acompañar una pasta cuatro quesos, carnes blancas, verduras asadas o, incluso, algún pescado graso, como el atún.
Si bien se trata de un vino muy interesante para acompañar diversas comidas, tampoco es una mala opción si lo que se desea es compartir un momento descomprimido entre amigos.
La procedencia de este vino es fácil de deducir, ya que en la etiqueta misma se informa que viene del Valle del Maule, un lugar de elevaciones suaves que se encuentra en la región homónima, también conocida como VII, adonde sale bien el Carmenere. Luego, investigando, me enteré de que el 100% de la mezcla tiene una guarda de un año en barricas francesas, de las cuales el 30% son nuevas. Nada mal para un vino que cuesta G. 50.000.
BUEN DESENLACE. Aunque el encuentro inicial con este Carmenere fue algo accidentado, puedo decir que el desenlace de historia no podría haber sido mejor: logré conocer a un producto noble y que tiene todas las cualidades para cautivar a quien lo pruebe. Sin dudas, he encontrado un nuevo y muy buen amigo.
Artículo publicado en la página 34 del diario Última Hora del 04/06/2011
Sentado frente al teclado de la computadora, y con la fría hoja en blanco delante de mis ojos, pensé varias maneras de describir al Castillo de Molina Carmenere 2008 que había degustado la noche anterior.
¿Cómo y por qué me encontré con él? Por esas cosas de la vida. Recientemente tuve la suerte de viajar a Chile y conocer tres bodegas (o viñas, como gustan decir al otro lado de la cordillera), y uno de los sitios visitados fue la Viña San Pedro, una de las empresas vitivinícolas más grandes, antiguas y respetadas de su país.
El tema es que, catas van, degustaciones vienen, tuve oportunidad de probar varios Castillo de Molina, hermanos de etiqueta del Carmenere en cuestión, pero no al susodicho. Fue entonces que, finalizando la compra semanal en mi supermercado de cabecera (siempre termino la recorrida por la góndola de los vinos), me encontré frente a frente con él de un modo ciertamente inusual: tropecé con carrito y casi se estrella mi humanidad completa contra un aparador. Tras recuperar la compostura, hice memoria y recordé no haberlo probado, por lo que decidí comprar, degustar y, luego, comentar.
DE ENTRECASA. Esta vez no había amigos con quienes compartir el vino, tampoco una cena especial. Estaba acompañado solamente por mi esposa, y con ella procedimos al ritual del descorche y la degustación, mientras preparábamos la cena.
A la vista se nota que es rojo rubí bien oscuro, con algunos reflejos violetas. En nariz resulta muy expresivo y frutado (no se sienten frutos rojos, sino negros, como moras), con notas de vainilla, tabaco y especias. En boca es amistoso, de taninos suaves y dulzones, con buena entrada y un final agradable medio a largo. Un vino ideal para acompañar una pasta cuatro quesos, carnes blancas, verduras asadas o, incluso, algún pescado graso, como el atún.
Si bien se trata de un vino muy interesante para acompañar diversas comidas, tampoco es una mala opción si lo que se desea es compartir un momento descomprimido entre amigos.
La procedencia de este vino es fácil de deducir, ya que en la etiqueta misma se informa que viene del Valle del Maule, un lugar de elevaciones suaves que se encuentra en la región homónima, también conocida como VII, adonde sale bien el Carmenere. Luego, investigando, me enteré de que el 100% de la mezcla tiene una guarda de un año en barricas francesas, de las cuales el 30% son nuevas. Nada mal para un vino que cuesta G. 50.000.
BUEN DESENLACE. Aunque el encuentro inicial con este Carmenere fue algo accidentado, puedo decir que el desenlace de historia no podría haber sido mejor: logré conocer a un producto noble y que tiene todas las cualidades para cautivar a quien lo pruebe. Sin dudas, he encontrado un nuevo y muy buen amigo.
Artículo publicado en la página 34 del diario Última Hora del 04/06/2011
sábado, 28 de mayo de 2011
Patagonia en tu copa
Hace unos años, trabajando en el contenido del número debut de la revista HC Gourmet, un tema que debía preparar, rápidamente llamó mi atención. Era el anuncio de la llegada al país de una línea de vinos, elaborados por una empresa que tiene el muy sugerente nombre de Bodega del Fin del Mundo.
Tal denominación avivó mi imaginación al instante. Primero hice una escala en aquellos lejanos pero entrañables momentos de mi más tierna infancia, y pensé en el famoso “Faro del fin del mundo” de Julio Verne. Luego, sabiendo que esa bodega es argentina, pensé en los hermosos paisajes de Tierra del Fuego, tan australes, tan lejanos y tan extremos que parecen haber sido creados especialmente para las más bellas postales. Sin embargo, al leer el origen, la fantasía inicial dio paso a la curiosidad más profunda.
Es que la Bodega del Fin del Mundo se encuentra en el famoso “terroir” patagónico de San Patricio del Chañar, en la provincia de Neuquén. Se trata de un oasis enclavado en el medio de la inmensa y árida nada, un sitio en cual se podría pensar que para lo único que sirve es para ser admirado por su belleza, pero adonde finalmente encontraron su lugar en el mundo numerosas bodegas que, dicho sea de paso, están dando que hablar tanto a consumidores como a especialistas en todo el mundo.
Así fue que traté de imaginarme qué tipo de vinos pueden elaborarse en esas zonas frías y ventosas.
INTERESANTE MALBEC. Por suerte no tuve que esperar mucho tiempo para degustar algunos de los vinos elaborados por la Bodega del Fin del Mundo. La experiencia, en aquel momento, fue muy buena.
Esta semana, de hecho, quisiera charlar sobre un Postales del Fin Mundo Malbec 2010 que compré recientemente en el súper y que luego descorché, lo admito, pensando en todos los aspectos que detallo al inicio de este texto.
Realmente, hablando coloquialmente, se puede asegurar que este 2010 está bueno. Es que, al ser tan joven y al haber pasado por una leve crianza en barricas de roble, nos encontramos con un vino amable y muy fácil de tomar.
¿Cómo es? Bueno, a la vista es de un color rojo oscuro, con los reflejos violetas típicos de un vino de cosecha reciente. En nariz cuenta historias muy expresivas, pues están presentes en todo su esplendor los frutos rojos tan típicos del Malbec, además de una ligera nota avainillada. Tiene una buena entrada en boca; posee un buen cuerpo y taninos suaves.
En cuanto a la combinación con comidas, como a todo vino de esa cepa le caen muy bien las carnes rojas asadas, el cordero, las piezas de caza y algunos quesos grasos. También se entiende a la perfección con las pastas suavemente especiadas.
EN SUMA. Para decirlo en pocas palabras, es uno de esos vinos que no hay que dejar pasar una vez que te topás con él en la góndola. Te lo grafico con una expresión acuñada por Tito Caro que he decidido adoptar y que, también, ya utilicé en una columna anterior: te tutea de entrada, desde la primera copa, porque sin dificultades podrás entrar en confianza con él y rápidamente podrás hacerte amigo.
En definitiva, un poco de Patagonia en tu copa.
Artículo publicado en la página 37 del diario Última Hora del 28/05/2011
Tal denominación avivó mi imaginación al instante. Primero hice una escala en aquellos lejanos pero entrañables momentos de mi más tierna infancia, y pensé en el famoso “Faro del fin del mundo” de Julio Verne. Luego, sabiendo que esa bodega es argentina, pensé en los hermosos paisajes de Tierra del Fuego, tan australes, tan lejanos y tan extremos que parecen haber sido creados especialmente para las más bellas postales. Sin embargo, al leer el origen, la fantasía inicial dio paso a la curiosidad más profunda.
Es que la Bodega del Fin del Mundo se encuentra en el famoso “terroir” patagónico de San Patricio del Chañar, en la provincia de Neuquén. Se trata de un oasis enclavado en el medio de la inmensa y árida nada, un sitio en cual se podría pensar que para lo único que sirve es para ser admirado por su belleza, pero adonde finalmente encontraron su lugar en el mundo numerosas bodegas que, dicho sea de paso, están dando que hablar tanto a consumidores como a especialistas en todo el mundo.
Así fue que traté de imaginarme qué tipo de vinos pueden elaborarse en esas zonas frías y ventosas.
INTERESANTE MALBEC. Por suerte no tuve que esperar mucho tiempo para degustar algunos de los vinos elaborados por la Bodega del Fin del Mundo. La experiencia, en aquel momento, fue muy buena.
Esta semana, de hecho, quisiera charlar sobre un Postales del Fin Mundo Malbec 2010 que compré recientemente en el súper y que luego descorché, lo admito, pensando en todos los aspectos que detallo al inicio de este texto.
Realmente, hablando coloquialmente, se puede asegurar que este 2010 está bueno. Es que, al ser tan joven y al haber pasado por una leve crianza en barricas de roble, nos encontramos con un vino amable y muy fácil de tomar.
¿Cómo es? Bueno, a la vista es de un color rojo oscuro, con los reflejos violetas típicos de un vino de cosecha reciente. En nariz cuenta historias muy expresivas, pues están presentes en todo su esplendor los frutos rojos tan típicos del Malbec, además de una ligera nota avainillada. Tiene una buena entrada en boca; posee un buen cuerpo y taninos suaves.
En cuanto a la combinación con comidas, como a todo vino de esa cepa le caen muy bien las carnes rojas asadas, el cordero, las piezas de caza y algunos quesos grasos. También se entiende a la perfección con las pastas suavemente especiadas.
EN SUMA. Para decirlo en pocas palabras, es uno de esos vinos que no hay que dejar pasar una vez que te topás con él en la góndola. Te lo grafico con una expresión acuñada por Tito Caro que he decidido adoptar y que, también, ya utilicé en una columna anterior: te tutea de entrada, desde la primera copa, porque sin dificultades podrás entrar en confianza con él y rápidamente podrás hacerte amigo.
En definitiva, un poco de Patagonia en tu copa.
Artículo publicado en la página 37 del diario Última Hora del 28/05/2011
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